viernes, 11 de julio de 2008

La Gruta del Duende

Cuento Infantil
La Gruta del Duende ( Inédito)Silviana RiquerosHace muchos años en las montañas de Chile, contaban que en ellas habitaban seres rodeados de una luz blanca. Algunos dicen que éstos vivían en cuevas y dentro de ellas tenían de todo, estantes con libros, bibliotecas antiguas y conocimientos muy importantes para la humanidad.Los seres de luz tenían algo muy particular, en todas partes tenían espejos porque los duendes de los bosques cercanos venían a molestarlos, y a esconderles las cosas o la comida, o simplemente hacían ruidos molestos y les botaban los libros junto al río que nace desde la montaña.Fueron los hombres de la tierra que les advirtieron a los seres de luz que hay criaturas que son parte del reino elemental y que les gusta desarticular la armonía y que son feos, tienen verrugas en las manos y no se lavan nunca y lo peor que les puede ocurrir es verse reflejados porque tal es su fealdad, que no se toleran a sí mismos. Esa historia la contaban los niños de San Pedro, un lugar cerca de las montañas nevadas y los ríos impetuosos que buscan su salida al mar.Los seres de luz y algunos hombres de la tierra tienen libros que son hermosos e importantes porque enseñan de la vida y hablan del amor.Ésos eran el festín más deseado por los duendes, así que los libros tenían espejos en las tapas y los títulos estaban en letras y palabras formadas por rubíes traídos de lejanos países.José era inquieto y siempre andaba corriendo, jugando, cuidando los libros y era feliz; sus ojos siempre brillaban como puntos luminosos en el atardecer, pero su amigo Pablo era agresivo y le pegaba a los demás compañeros en el colegio. Todos le temían a Pablo porque se la pasaba violentando a los demás con patadas y combos.Pablo y José eran vecinos, a veces se juntaban a jugar.En el jardín de uno de ellos vivía un duende bastante pesado que se robaba las galletas o la fruta que quedaba sobre el mesón; lo que realmente ocurría, era que el duende hacía lo mismo que Pablo y por supuesto, siempre estaba solo porque sus amigos duendes estaban aburridos de su constante actitud de agresividad, pelea y no respetaba a los demás.Ése, el duende peleador, era el duende de su conciencia.Pablo se asustó mucho el día en que se encontró con el duende, éste iba justo saliendo de la cocina con una galleta cuando Pablo prendió la luz, ambos gritaron tan fuerte que se les pararon los pelos. ¡Cuál no sería el susto de Pablo cuando ante sus ojos estaba ese ser verde, peludo, lleno de verrugas, con las orejas puntudas y labios prominentes!¡Mamá! –gritó-Había un duende en la cocina y era muy, pero muy feo.-y se puso a llorar.-Los duendes son cosas de cuentos- replicó Rosa- seguramente la sombra del árbol te engañó; pero ¿sabes?, una vez leí en un libro que los duendes se asustan en frente de los espejos y el libro decía que incluso unos hombres sabios que habitan en las montañas del Norte tienen espejos por todas partes.Pablo tenía la solución ahora para espantar al duende violento, y decidió poner un espejo en la cocina y en todos lados por si se encontraban con éste nuevamente.Pasaron días y noches, pero éste no aparecía para caer en la trampa preparada, hasta que una tarde cuando Pablo y José volvían del colegio vieron que algo se movía entre los arbustos; era el duende saboreando un melón. Ambos niños corrieron despavoridos gritando ah!,ah!. El duende que era muy burlón comenzó a reír y se rió tanto, pero tanto, que dejó el melón para más tarde.Yo tengo la solución-dijo Pablo.-Un espejo, necesitamos un espejo-Como el duendecillo estaba tan ensimismado riéndose de los niños, no se percató que éstos venían provistos con el espejo de Rosa, uno mediano, con mango y aumento, además.¡Hola!, gritaron los niños- y el duende quedó estampado en el espejo. -Ah! Ah!, gritaba,-me estoy mirando y qué feo soy.-Salió arrancando tan rápido que no alcanzó a ponerse los zapatos.-¡Qué cosa más fea vi en el espejo!, ¡Qué feo soy! Y mi nombres es Violencia, ah!, ah! Se escuchaban sus gritos a lo lejos.El duende nunca más volvió, ni siquiera a buscar los zapatos y cuentan por ahí, que como testimonio Pablo, José y sus amigos los guardaron en una caja de cristal para recordar que la violencia es tan fea que no se puede ser bello o hermoso si somos agresivos o si golpeamos o nos reímos de los demás.El lugar se llama La Gruta del Duende y si van por ahí, quizá vean a los seres de luz, sus espejos y sus secretos de la vida y el amor, pero no olviden llevar un espejo por si el duende tenía parientes tan pesados y agresivos como él.
FIN

No hay comentarios: