martes, 15 de julio de 2008

Planta Baja

Soy un ser irreal, habito en un lugar sin nombres, sin caminos, sin historia. Mi historia comienza ahora, mientras la escribo.
Impenetrable, recorro lugares tan familiares y tan extraños; por eso mi esencia penetra todas las cosas, las bestias me ceden el paso cuando cruzo sus umbrales. Vienen quietas, lamen mis manos, se acarician lentamente, y, lentamente reposan sobre mis pies.
Todo el universo me pertenece; la luna, un espejo, el desierto; la historia y su presente, palabras olvidadas en algún templo.
Paolo me maldice en sus libaciones, lanza mirra y sangre tibia sobre el fuego para apaciguar su furia. Dice que soy yo, quien sedujo a Dante para mandarlo al infierno.
Los hombres han robado mi paz. La palabra se pierde entre las voces de los dolientes, de los inocentes, asesinos implacables que se funden en la imagen virtual de mi espejo.
Giordano Bruno, en su celda pestilente, se alejaba de si mismo y volvía en si mismo. La lluvia, sangre de su dios; el aire, soplo divino; la tierra, madre celestial que convertía lo uno en lo múltiple, lo eterno en lo cambiante. Bruno, entre los barrotes, se alejaba del mundo.
Una fría mañana, después de ocho años, vendaron sus ojos, pusieron su cuerpo sobre la pira. Aún escucho sus gemidos que se esparcen por las sombras del lugar. Una vez más fui el juez omnipotente, dictador de la verdad absoluta. Una boca que no es la mía, dictamina la sentencia.
Pasan los siglos, la deshumanización en silencio, y , yo, atrapado en mi reflejo, me pierdo en el centro infinito que se inventa, que se sostiene desde el instante; perplejo.
Me clasifican en ideologías burdas que son todas iguales; humanas, opuestas, eternas y finitas.
Escribo mi historia porque estoy cansado; estoy convertido en una gran culpa, en una gran justificación, en un gran muerto. Estoy cansado de ser sólo un concepto, estoy cansado de ser Dios.

( del libro El Nuevo Tótem)

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